Me gusta mucho planear las entradas a este blog, sobre todo ir desarrollando las ideas de los temas, como me fueron pasando en la crianza de mis dos hijos, sobre todo del primero, con el que aprendí las cosas de manera más dura por ser inexperta. Pero últimamente he dejado de escribir con tanta pasión por cosas del trabajo, que digamos también es algo que disfruto muchísimo.
Hoy me doy cuenta que el ritmo de vida que llevo me mantiene permanentemente cansada y que muchas ocasiones del día en que debería hacer las cosas sin tanta presión, el ritmo habitual de vida me presiona para hacerlas rápido…hoy haciendo un chocolate me imagine cuando los polvos no existían ni existía esa solubilidad de ahora, de repente se me antojo que se disolviera más rápido pues quería ir YA a checar unas cosas…y me imagine que si la gente en el futuro exigiera esta disolución extra rápida, tal vez tendría que echársele más mugres químicas al chocolate para acelerar su disolución. Y ahí fue cuando pare mi carro.
Dije ¿porqué la prisa?, recordé a mi abuelita que nos hacia chocolate en barra (si, de ese de Oaxaca que no venía en empaque de cartoncito y ni se llamaba abuelita) y recordé el tiempo que se pasaba meneándolo y batiéndolo para obtener un delicioso chocolate espumoso (el cual jamás me ha salido con las dichosas barritas).
Existen demasiadas cosas que han pasado a segundo plano y que llevaban una carga emotiva y mágica que las hacía saberse mejores y disfrutarse aún más…y todo eso lo vamos perdiendo, porque ahora hay más cosas allá afuera que brillan y relucen y se escuchan alto y nos atontan los sentidos. Y la crianza de nuestros niños no se ha salvado de este embrollo, de este Tsunami que nos ahoga poco a poco o de una vez y para siempre…y cuando vemos se nos ha pasado la vida y estamos bastante extraviados.
Hace poco discutí con una buena amiga sobre ese espantoso suceso cuando uno va corriendo en la rutina y se les ocurre a los maravillosos chiquitos abrazarnos, y con lo metidas que estamos en lo que tenemos que hacer rápido no es raro que lo primero que hagamos sea apartarlos de nuestro lado, suena terrible pero es más frecuente de lo que debería. Y así vamos dejando de lado esos instantes (porque son cortos) pensando que si los omitimos podemos ganarle unos segundos al día, pero claro para ver mi serie favorita si necesito 40-50 min. Y aunque nos sintamos culpables, solo re-aprendiendo de tiempo y valor de actividades, vamos a poder cambiar o avanzar y evolucionar.
Truquillos: se me ocurre ir alentando algunas de las cosas que damos por sentadas que deben ser rápidas, por ejemplo un día al ir al mercado, el pan, la tienda, la leche, regresando de la escuela o donde nos acompañen los pequeñitos caminar no a su paso, incluso, más lento que el paso de nuestros pequeños.
Creo que vale la pena reconsiderar nuestro tren de vida, porque la vida en sí, es un suspiro, imagínense lo que dura en ese suspiro tener a nuestros hijos pequeños y queriendo solo ver su reflejo en nuestros ojos, tener su mano en las nuestras y acurrucarse en nuestros brazos.
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